Una vida sin alcohol ni drogas es más sana para ti, tu familia y la sociedad
De "La obra pictórica completa de El Bosco" Introducción de Dino Buzzatti, Biografía y estudios críticos de Mia Cinotti. Clásicos de Arte, Noguer -Rizzoli Editores -1968. Transcripción de Henzo Lafuente.
Nota: Este documento contiene 5 partes.
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Ejecución: Autógrafa. Técnica: óleo. Soporte: Tabla. Dimensiones: 220 x 125. 1503-1504. Localización: lugar abierto al público.
Parte central del conjunto, que representa desnudos de ambos sexos, entre ellos negros y negras, unidos en parejas o en grupos dentro de curiosos sépares vegetales o minerales, que se abandonan a las dulzuras carnales, según la naturaleza o contra ella (Bax [1956] se fija, para el amor contra natura en los dos jovencitos dentro de la torre de coral, a la derecha, con el hombre que lleva un gran pez). Tolnay [1937 y 1965] propone como fuente literaria la descripción del cuarto cielo en el Apocalipsis de Baruch (cap.X), donde aparecen la llanura, el estanque y grandes aves exóticas. Combe [1946 y 1957] refiere la atmósfera onírica al "sueño de las almas" ofuscadas por el pecado; Castelli [1952] indica, como en el Carro de heno el pecado de supresión del prójimo, a través de la exaltación de la sensación pura, egoísta, "que ignora al otro como sensible y lo acoge sólo como sentido"; Fraenger [1947] ve una descripción de la sublime e inocente ars amandi de los Adamitas.
A la gentil y ambigua mezcla de desnudos no es extraña, quizá una inspiración real en los stoven, baños galantes de mala fama en la época, recordados por Dorfles [1953], pero las figuras tienen el consistente preciosismo de las miniaturas flamencas cuatrocentristas. En el centro de la composición está la cabalgata de la libídine en torno a la fuente de la juventud (Combe recuerda el motivo alquímico del elixir de la vida), en la que se bañan las mujeres que tienen sobre sus cabezas cuervos (incredulidad), pavos (vanidad), ibis (devoradores de peces muertos, los goces pasados). Los animales de la cabalgata - leopardos, panteras, osos, leones, toros, unicornios, ciervos, jabalíes, cabras, grifones, camellos - derivados de los bestiarios y escritos místicos, serían símbolos de la lujuria [Bax] y de otros pecados [Baldass], o del Salvador [Combe], como alusión al hombre que mortifica su naturaleza divina; el grifo, en el centro en primer plano, se inspira en un grabado de Schongauer [Dvorák, 1924].
Al fondo, el laberinto de la voluptuosidad, con el estanque en el que flota el enorme globo azul-gris de la "fuente del adulterio", usada para las lascivas acrobacias de los lujuriosos (Tolnay recuerda el Jardín de amor y las ilustraciones del Roman de la rose ya señaladas por Kuhn [Jahrbuch der Kunsthistorischen Sammlungen, 1913]); a los lados hay cuatro extrañas torres-colinas habitadas por amantes. Las excrecencias minero-vegetales de todos estos monumentos, a base de cuernos, palmas, conos, cilindros, medias lunas, son emblemas masculinos y femeninos [Fraenger; Bax] lo mismo que los tubos transparentes diseminados sobre el plano herboso, símbolos de la mujer [Fraenger] o del mercurio [Combe], el elemento femenino en la creación alquímica llamada 'gran obra'.
Toda la obra está impregnada del sentido de la transmutación perpetua, de impronta alquímica, y del innatural lozanear de las formas, de carácter diabólico; las cabezas de los amantes se convierten en frutos con rocío, extrañas vegetaciones florecen de los traseros de los desnudos, ágaves gigantescos surgen del duro coral. Frutas, peces, pájaros, reflejan una simbología erótica de procedente onírica, alquímica, mística, o más corrientemente popular.
Tolnay recuerda que cerezas, fresas, frambuesas, racimos de uva, con los que se deleitan los amantes, significan voluptuosidad en las 'claves de los sueños' de los antiguos, referidos por Artemidoro [Les jugements astronomiens des songes, Troyes 1634] y en los Songes de Daniel Prophète [1482]; los peces marinos son voluptuosidad(Artemidoro), angustia (Songes de Daniel), placer de las alegrías pasadas, según los místicos. La valva de molusco que encierra a los amantes es normal definición popular de la mujer [Tolnay], o representación del adulterio para Bax, que ve en el portador al marido engañado. Sobre ella, la manzana que hace de navecilla a dos amantes aludiría al pecho femenino [Tolnay]. La bola transparente en torno al fresón, que roza a otra pareja, para Baltrusaitis [1955] es sugerida por representaciones orientales, para Bax indica adulterio, para Combe es la cámara nupcial para la unión alquímica de los principios masculino y femenino, al igual que las cucurbitáceas, los corales, los huevos en los que se refugian los amantes, símbolos todos del crisol alquímico en el que se realiza la 'gran obra'.
Para la redoma transparente y para las campanas de vidrio que cobijan otros desnudos, entre ellos un ambiguo terceto a la derecha (transparencia del vicio) Tolnay recuerda el proverbio flamenco "la felicidad es como el vidrio, se rompe pronto". Los petirrojos y los otros pájaros son símbolos populares de la lascivia; las mariposas, de insconstancia; la lechuza, de herejía; el cuervo (para los místicos de incredulidad) es para los alquimistas la materia ennegrecida en el primer estadio de cocción; el ratón dentro del tubo de vidrio, observatorio del refugio vegetal de un solitario meditabundo (a la izquierda, bajo la bola transparente), es la falsedad de las doctrinas que desvían a los creyentes. Los gigantescos pájaros que entran en el estanque a la izquierda, derivan de la alquimia y de los bestiarios [Combe]; la abubilla que se nutre de restos es el alma complacida en las falsas doctrinas; el martín pescador, la hipocresía.
También son alquímicos algunos colores, como el naranja (halo que precede al blanco, segundo estado de cocción), el rojo (cima del proceso creador), mientras celestes y azules son los colores del fraude y la maldad. El grupo con un hombre vestido en la caverna abajo a la derecha, es interpretado de modo diverso por los estudios: para Tolnay simboliza el pecado original; para Bax, representa a Adán, Eva y Noé; para Fraenger, el pintor, la segunda Eva y el comitente herético Almaengien; para J.Mateo [Archivo Español de Arte y Arqueología, 1963], Eva, el Bautista, que lavará el pecado con el bautismo, y Adán.
Este enorme montón de símbolos y alusiones, que envuelve a las figuras, el ambiente, la pintura misma, no pesa sobre las posibilidades expresivas del artista que de ellos saca una vitalidad inventiva inagotable, libre de las escorias de la mera inspiración. La ambivalencia de los movimientos propagados al infinito como en una reacción en cadena, pero quebradas en innumerables riachuelos y torbellinos, forma una unidad con el tema eterno de la voluptuosidad universal que refluye en el acto efímero y diversificado de los amantes, en una puntualización de los valores formales que alcanza un canon propio de heterodoxo clasicismo.
Seguir leyendo: 5 .El Infierno Musical, de El Bosco
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