Mujima

Mujima, cuento japonés de terror -2

Una vida sin alcohol ni drogas es más sana para ti, tu familia y la sociedad

Cuento de terror del antiguo Japón, de Yakumo Koisumi. De "Narraciones Terroríficas", antología de cuentos de misterio, Vol.I, Ediciones Acervo, Barcelona, 1968, 3era edición. Publicado por Roger Callois en 60 Récits de Terreur, Le club français du livre, París. Página 2

Hablaba sinceramente, pues era un hombre de corazón.

La joven continuó llorando con la cabeza escondida entre sus amplias mangas.

-¡Honorable señorita!- repitió dulcemente-. Escúcheme, se lo suplico... Este no es en absoluto un lugar conveniente, de noche, para una persona sola. No llore más y digame la causa de su pena ¿Puedo ayudarle en algo?

La joven se levantó lentamente... Estaba vuelta de espaldas y tenía el rostro escondido... Gemía y lloraba alternativamente.

El viejo mercader puso una mano sobre su espalda y le dijo por tercera vez:

-¡Oh-Jochú! Escúcheme un momento...

La honorable señorita se volvió bruscamente. Dejó al caer la manga y se acarició la cara con la mano... ¡El viejo vio que no tenía ni ojos, ni nariz, ni boca!...

¡Huyó, gritando de espanto!

Corrió hasta el borde de la colina, oscura y desierta, que se extendía delante de él... Corría sin pararse y sin osar mirar hacia atrás... Por último vio, en lontananza, la luz de una linterna... Era una lucecilla tan pequeña que se hubiera podido confundir con una mosca luminosa. Era la bujía de un mercader ambulante, un vendedor de «soba»(2) que había levantado su tenderete al borde del camino. Después de la experiencia que el viejo acababa de sufrir, la más humilde de las compañías le pareció deseable. Se echó a los pies del vendedor de soba, gimiendo:

-¡Ah! ... ¡Ah! ... ¡Ah! ...

-«Koré» ...«Koré» ...-replicó el vendedor ambulante bruscamente-. ¿Qué le ocurre? ¿Le ha hecho daño alguien?

-¡No! ... Nadie me ha hecho daño...-murmuró el otro-. Pero... ¡Ah! ...¡ah! ...¡ah! ...

-¡Por lo menos le han dado un buen susto!-dijo el mercader, demostrando poca simpatía-. ¿Se ha encontrado con algún ladrón?

-¡No! ... Pero, cerca del foso... he visto ... ¡Oh!, he visto una mujer que... ¡Ah!, jamás podré describir cómo la he visto...

-¿Qué? ¿La ha visto, tal vez, así? ...-exclamó el mercader.

Se acarició la cara, que, de pronto se hizo semejante a un huevo.

¡En aquel mismo instante se apagó la luz!

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(2) Una sopa de alforfón, parecida a la de fideos.

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