Una vida sin alcohol ni drogas es más sana para ti, tu familia y la sociedad
Las puertas del cielo y del infierno son adyacentes e idénticas
- The Last Temptation of Christ, Nikos Kazantzakis
Δεν ελπίζω τίποτα, δεν φοβάμαι τίποτα, είμαι λέφτερος
No espero nada, no temo nada, soy libre.
- Nikos Kazantzakis
Conferencia de George Stassinakis, Presidente de la "Société internationale des amis de Nikos Kazantzakis" y del boletín "Le Regard cretois" La mirada cretense. Reproducido de la publicación "BYZANTION NEA HELLÁS" Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos "Fotios Malleros". Universidad de Chile. Casilla 10136 Santiago. Director Responsable: Miguel Castillo Didier 1998 he Last Temptation of Christ
Indice
Cuando se observa de una manera global las sociedades llamadas "occidentales", uno es llevado a hacer varias constataciones: -son sociedades de espectáculo y de gran mediatización, en las cuales se nota un ascenso del nacionalismo y de la intolerancia, una caída de ciertos valores humanistas y espirituales, atentados contra el medio ambiente.
En pocas palabras, como lo escribió Nikos Kazantzakis después de la Segunda Guerra Mundial, se está en presencia de "sociedades en descomposición".
En realidad, en grados diferentes, las sociedades humanas siempre han conocido problemas y dificultades. Sin embargo, raramente se ha visto tal desconcierto, tal inquietud en todas los estratos de la población.
Kazantzakis también se encontró frente a estos problemas. Los estudió, los profundizó y propuso su "verdad", segú;n la palabra del filósofo libanés Khalil Gibrán, en su libro El profeta, perspectivas, puntos de referencia. Su "grito", como le gustaba decir, y no su mensaje, es en consecuencia muy actual. Esto en diversos planos: espiritual y religioso, político, acercamiento de pueblos y de culturas; bú;squeda de lo esencial, no de lo cotidiano y lo efímero, y del porvenir.
Sin embargo Kazantzakis no es bien conocido. En efecto, cuando se pregunta a las personas, la respuesta es a menudo negativa. Por el contrario, frecuentemente ellas conocen la película "Zorba el griego". Este film ha permitido al gran escritor, poeta y pensador ser conocido a nivel mundial. Felizmente, Kazantzakis no representa sólo a Zorba, sino algo más profundo y actual, como acabo de señalarlo.
La finalidad de la "Société des Amis de Nikos Kazantzakis", creada en la Universidad de Ginebra en 1988, es justamente promover la totalidad y la profundidad de su obra y de su pensamiento en diversas formas: publicaciones: el Boletín, la revista Le régard cretois (La mirada cretense), estudios, conferencias, presentaciones audiovisuales, etc. Es una sociedad abierta.
Refiriéndome a menudo a los escritos de Nikos Kazantzakis, desarrollaré en esta conferencia los siguientes temas:
Antes de abordar estos temas, desearía recordar brevemente la obra del escritor, que, me parece, no es conocida en su totalidad. Nikos Kazantzakis, como ningú;n otro autor, abarcó todos los géneros literarios: novela, poesía, ensayo, relatos de viaje, libros para la juventud, teatro, guiones, traducciones, notas sobre los más grandes sabios y escritores de todo el mundo, reportajes y artículos de prensa, etc.
Toda su obra -aun la novelesca- es poesía. Algunos meses antes de su muerte, escribía en el libro de oro de una librería de Antibes: La poesía es lo ú;nico que impide podrirse al mundo. Y algunos minutos antes de morir, decía a sus médicos: ¡Ustedes saben, los poetas no mueren nunca, o casi nunca!
Escribió tres grandes poemas o colecciones de poemas:
Las novelas han sido traducidas a un total de 70 lenguas. Tres fueron adaptadas para la pantalla grande: Cristo de nuevo crucificado, Alexis Zorba y La ú;ltima tentación. Alexis Zorba fue también adaptada para el teatro. Cuatro han inspirado a mú;sicos y coreógrafos: El maestro primero y Constantino Paleólogo (Operas de Manolis Kalomiris); Cristo de nuevo crucificado (La pasión griega, ópera de Bohuslav Martinú;; Ecce Homo de Sandor Szokolay); Alexis Zorba (Mikis Teodorakis y Lorca Massine); Libertad o Muerte (Manos Jatzidakis).
Pensamiento coherente, ligado a la vida, al corazón y al espíritu, muy actual. Es un "pensamiento esencial", como diría el filósofo Heidegger, "que llega intacto a la multitud tanto de sus partidarios como de sus adversarios".
Trataré de presentarlo examinando sucesivamente los siguientes puntos: la bú;squeda de lo esencial y de la libertad; la veneración por la naturaleza; la primacía del Espíritu.
Todos estos elementos del pensamiento kazantzakiano están estrechamente enlazados. Yo los he separado por razones ú;nicamente metodológicas.
El hombre, segú;n Kazantzakis, debe siempre buscar lo esencial, no perder su tiempo en conversaciones futiles, en cosas efímeras, en la lujuria, en las luchas políticas y en una literatura a` l'eau de rose. Debe superar lo "cotidiano" (alltaglisch) y lo "normal", que llevan a la pérdida del hombre mismo y lo transforman en un "cualquiera".
Dirigiéndose a su ilustre compatriota, Doménico Teotocópulos, escribe en su Carta al Greco: "Durante nuestra vida, nosotros dos no hemos perseguido sino una sola cosa; una visión cruel, sanguinaria, indestructible: la substancia... Yo no he hablado nunca de los detalles de la vida cotidiana; son caracolas vacías".
En otro pasaje, escribe Kazantzakis: "El tiempo ha llegado a ser para mí el bien Supremo. Cuando veo a los hombres pasearse, vagar o malgastar el tiempo en discusiones vanas, me dan deseos de ir a una esquina a tender la mano como un mendigo:
-Dadme una limosna, buenas personas; dadme un poco del tiempo que perdéis, una hora, dos horas, lo que queráis".
El hombre debe buscar lo que guía a un ser humano, a una sociedad; los hilos conductores, para ir más lejos y más lejos aun, ascender sin detenerse, superarse.
El fundamento de todo objetivo de un destino es para Kazantzakis la llama y el hilo rojo. En Toda-Raba escribe: "No debemos amar a los hombres, sino a la llama que no es humana y que los hace arder. No debemos luchar por la humanidad, sino por la llama que transforma en fuego a esta paja hú;meda, inquieta, ridícula, a la que llamamos Humanidad".
Durante uno de sus viajes a Moscú;, Kazantzakis escribe a Pandelís Prevelakis: "No es Rusia la que me interesa, sino la llama que devora a Rusia. Mejoramiento del nivel de vida, felicidad, justicia, virtud: cebos populares a los que no me apego. Sólo una cosa me importa: la busco por doquier y la persigo con la mirada, con miedo y con alegría: el hilo rojo que horada y atraviesa como una ristra a los cráneos, a los hombres. Yo no amo sino ese hilo rojo. Mi ú;nica felicidad es sentirlo horadar y atravesar mi cráneo, partiéndolo. Cualquier otra cosa es efímera, necia, filantrópica y vegetariana, sin valor para un alma liberada de toda esperanza".
Habiendo descubierto la llama y la línea roja, el hombre debe hablar, debe gritar. El "grito" es capital para Kazantzakis. En 1949, escribe: "Soy el hombre más sencillo que existe, pero cuando siento un ''grito'' en mí, no acepto transformarlo en una "vocecilla" para complacer a los mudos y a los tartamudos. Pues yo no deseo agradar a nadie, ni tener discípulo ni ser discípulo. He venido a este mundo por algunos instantes y quiero lanzar un grito y partir. Nada más".
Y en Carta al Greco anota el escritor: "Todo hombre tiene un grito que lanzar antes de morir, su grito. Hay que darse prisa para tener tiempo de lanzarlo. Ese grito puede dispersarse, ineficaz, en el aire; puede no hallarse ni en la tierra ni en el cielo un oído que lo escuche; poco importa. No eres un carnero, eres un hombre; y hombre quiere decir algo que no está cómodamente instalado, sino que grita. ¡grita tú;, pues! Mi alma íntegra es un grito y mi obra íntegra es la interpretación de ese grito!".
Llama, hilo rojo y grito reú;nen todas fuerzas para ir más lejos. Es la condición indispensable para promover la lucha por la libertad.
La libertad para Kazantzakis significa primero ausencia de temor y de esperanza. El hombre no debe tener temor del perfeccionamiento personal y de la vida futura. No puede esperar nada de los hombres; no debe buscar recompensas y honores. Como con justeza lo escribe el filósofo musulmán Averroes, "una moral fundada en la esperanza de la recompensa y el temor al castigo es indigna del hombre de Dios; es inmoral". Este es el aspecto más importante de su pensamiento y no es una casualidad que figure sobre su tumba el siguiente epitafio:
"¡No espero nada, no temo nada, soy libre!"
Esto significa que no teme al porvenir, a la vida eterna; que él se ha liberado de todas las supersticiones; que es, por consiguiente libre. Es un mensaje de liberación y de libertad.
Para alcanzar la libertad, el hombre debe siempre "ascender". La "ascensión" es siempre el medio supremo para Kazantzakis. Subir permanentemente; luchar en cada instante por llegar a un peldaño y cuando se llega allí, ascender aun más lejos. Lo que es importante para Kazantzakis no es la libertad, sino la lucha por la libertad.
A este nivel se sitú;a otra idea cara a Kazantzakis: la superación. El hombre siempre debe luchar, superarse para alcanzar a Dios, es decir, la libertad absoluta.
Algunas citas permitirán captar mejor el alcance de estas afirmaciones.
En una entrevista con Pierre Sipriot, en la Radio Francesa en 1957, Kazantzakis anota a propósito de los héroes de sus novelas: "No se trata de un triunfo definitivo, sino de una lucha sin fin".
Y en la Carta al Greco, precisa el escritor: "Tenemos el deber, más allá de nuestras preocupaciones personales, más allá de nuestros hábitos cómodos, de fijarnos un objetivo por sobre nosotros mismos, y esforzarnos por alcanzarlo, desdeñando las risas, el hambre y la muerte. No sólo alcanzarlo. Un alma altiva cuando alcanza su objetivo, lo desplaza aun más lejos. No alcanzarlo, sino no detenernos nunca en nuestra ascensión. Es el ú;nico medio de dar nobleza y unidad a la vida".
En 1952 escribía Kazantzakis a Börje Knos, amigo y traductor sueco: "El tema principal, casi ú;nico, de toda mi obra es: el combate del hombre con "Dios", la lucha encarnizada del gusano que se llama "hombre" contra las fuerzas todopoderosas y tenebrosas que se encuentran en él y en torno de él; la obstinación, la lucha, la tenacidad de la pequeña chispa que trata de horadar y de vencer la inmensa Nada eterna; la lucha y la angustia por transformar las tinieblas en luz, la esclavitud en libertad".
"Inconscientemente, todo lo que yo escribí durante la ocupación nazi, fue sobre la libertad, la sed, el anhelo profundo de libertad: Prometeo, Zorba, Constantino Paleólogo, etc. Cuando los comuneros le preguntaron a Renoir qué hacía él durante la Comuna, contestó: "Pintaba flores, pintaba la libertad".
Kazantzakis fue un idólatra de la naturaleza, un "fisiólatra". Ama la naturaleza y la describe constantemente en su obra. En la Ascética le consagra dos capítulos: a la Tierra que mira hacia atrás y revive la ascensión y a la Relación del hombre con la naturaleza. Encuentra una dimensión divina en la naturaleza. Está de tal manera maravillado por la naturaleza que siente tener que dejarla.
En la naturaleza, el escritor incluye el paisaje, la tierra, el agua, el mar, el viento, la montaña, el campo, las plantas, los animales, el cielo, el sol. Está a menudo en afinidad profunda, en "simpatía" -segú;n la expresión de Bergson- con el objeto de su conocimiento, en simbiosis. La naturaleza que habla ampliamente a sus sentidos toca igualmente a su corazón, el cual, segú;n Kazantzakis es el ú;nico que puede operar allí donde la razón se ve obligada a reconocer sus límites, a admitir que hay un punto muerto.
El buscaba la naturaleza para juntarse con gente sencilla. La descripción de sus encuentros con los beduinos y los cretenses es maravillosa.
Ama el paisaje y lamenta que no lo mire la gente, que no haya -como escribe- ninguna correspondencia entre el paisaje y el hombre. Critica las violencias hechas a la naturaleza. En Toda-Raba el autor pide a los hombres: "¡Sed sencillos y buenos! ¡Amad a los hombres, amad a los animales y a las plantas. Amad la naturaleza; no la violentéis!".
No ama, en cambio, los centros urbanos, se ahoga en la ciudad, donde predomina lo ficticio. Lo natural de los campos conviene mejor a su vitalidad, a su apetito de lo verdadero. "En Egina he encontrado la calma, la terraza, el mar, la montaña y a mí mismo. ¡Cuan fú;til y contrario a mi naturaleza el ruido de Atenas".
Constantemente a la escucha de la naturaleza, Kazantzakis busca en ella la concordancia, la consonancia, la armonía perfecta entre su ser y el universo.
El estoico, el "indiferente" que se ha esforzado en ser Kazantzakis, confiesa con toda franqueza y en términos patéticos que, más allá de toda reflexión serena sobre la muerte y la condición humana, el hombre sufre al separarse de la tierra.
Escribe en Carta al Greco: "Él vacila en el umbral luminoso. Es difícil despegar los ojos, los oídos, las entrañas de las piedras y las yerbas del mundo. Se dice: estoy saciado, tranquilo, no quiero ya nada; he realizado un proyecto; me voy; pero el corazón se aferra a las piedras y a las yerbas, resiste, suplica: espera todavía".
Es este sentimiento, este desconcierto el que expresa Ulises hacia el fin de su vida, junto a una fuente donde ha venido a apagar la sed:
¡"Qué tierra! -exclama, con los ojos llenos de lágrimas- ¿Cómo puede el alma decidirse a dejarla?"
Para comprender el pensamiento "religioso" de Kazantzakis, hay que distinguir varios niveles: el de la religión, el de la Iglesia y el de la religiosidad.
La religiosidad es el nú;cleo, la religión la cáscara, la religiosidad es lo vivido, la religión es la expresión. En cuando a la Iglesia, es la institución. Kazantzakis se colocaba en la esfera de la religiosidad.
Es verdad que desde su edad juvenil, fue atraído por la tradición: íconos, vidas de santos (sinaxarios), misas y cantos litú;rgicos lo apasionaron siempre. Se inspiró en todo ello en su obra y de ello habla largamente en sus escritos, en su correspondencia, en su Carta al Greco, en sus tragedias. Pero a menudo hace mención del comportamiento poco religioso de los monjes, sacerdotes y obispos, ya que con frecuencia no encontró en muchos de ellos la espiritualidad, el verdadero cristianismo y la verdadera fe que buscaba.
Si la Iglesia Católica Romana colocó algunos libros suyos en el Indice, hoy ella no manifiesta ninguna animosidad respecto de su obra.
En cuanto a la Iglesia Anglicana y a las Iglesias surgidas de la Reforma, ellas nunca manifestaron oposición a las posiciones de Kazantzakis.
En lo que concierne a la Iglesia Ortodoxa, hay que distinguir:
En la Ascética, Kazantzakis escribe: "Un sólo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo".
Kazantzakis estudió las religiones y las filosofías. Pero más que ninguna otra persona, ninguna otra "sirena" como él decía, lo fascinó Cristo. Varias obras suyas se inspiraron en el Evangelio.
En una carta al escritor Mas Tau, Kazantzakis precisa la importancia que Cristo revistió en su vida espiritual: "Desde mis años de niño, Cristo me obsesionó. Esa unión tan misteriosa y tan real del hombre y de Dios, esa nostalgia, tan humana y tan sobrehumana, de una reconciliación de Dios y del hombre al más alto nivel a que un ser pueda aspirar... En mi epopeya, la Odisea, consagro a Cristo una rapsodia. Pero eso no me liberó. Más tarde, volví a la carga. Escribí Cristo de nuevo crucificado y enseguida La ú;ltima tentación. Pero a pesar de estas tentativas, el tema sigue siendo inagotable para mí, pues el misterio del combate del hombre y de Dios, de la carne y del espíritu, de la muerte y de la inmortalidad, es inagotable".
En el prefacio de La ú;ltima tentación, Kazantzakis escribió a propósito de Cristo: "Es necesario que podamos seguir a fondo, conocer su combate, que vivamos su agonía; que sepamos cómo desbarató las trampas floridas de la vida; cómo sacrificó las grandes y pequeñas alegrías del hombre; cómo subió, de sacrificio en sacrificio, de proeza en proeza, hasta la cima de la prueba, hasta la Cruz. Nunca seguí con tal intensidad, con tal comprensión y amor la vida y la Pasión de Cristo, como a lo largo de esos días y esas noches cuando escribía La ú;ltima tentación. Al escribir esta confesión de la angustia y de la gran esperanza del hombre, estaba yo tan conmovido que mis ojos se llenaban de lágrimas; no había sentido nunca la sangre de Cristo, con tanta dulzura y tanto dolor, caer gota a gota a mi corazón".
En Vida y hechos de Alexis Zorbas, Kazantzakis distingue tres clases de hombres:
En una magistral intervención para la BBC de Londres que data de 1946, Nikos Kazantzakis expresa esta primacía de los valores espirituales:
"Para que una civilización se mantenga en un nivel elevado, debe establecer la armonía entre el espíritu y el alma. Esta síntesis debe ser el fin supremo de la lucha actual de la humanidad. La tarea es difícil, pero la llevaremos a cabo en tanto sepamos claramente lo que queremos y adónde vamos.
"Pero antes de llegar allí, es natural que vivamos el caos y la anarquía, el caos moral y espiritual. Cualquiera que hoy día entre en contacto con hombres conscientes, en cualquier parte del mundo, observa hasta en ellos las consecuencias inevitables de la guerra, es decir, los resultados de la angustia y del hambre, cansancio, ansiedad e incertidumbre; y por sobre todo la ausencia de una moral estable, universalmente reconocida, sobre la cual se pueda reconstruir la vida interior del hombre de postguerra. Pues en esto no debemos engañarnos. La verdadera reconstrucción no es la de las usinas, los barcos, las casas, las escuelas y las iglesias destruidas por la guerra. Una civilización no puede establecerse sino sobre fundamentos espirituales. La vida política y económica está gobernada por las realizaciones espirituales del hombre. ¿Cómo podrá el hombre rehacerse interiormente en un clima de cansancio, de ansiedad y de incertidumbre? No hay sino un solo medio: movilizar todas las fuerzas de luz que están adormecidas en cada hombre y en cada pueblo.
"En este momento, no hay otra salvación. Debemos movilizar todos nuestros recursos para combatir la mentira, el odio, la pobreza y la injusticia. Debemos llevar la virtud a este mundo.
"¿Cuáles son los hombres que van a llevar adelante los recursos morales de la humanidad. No podemos esperar que este grito, este toque de llamada, el más importante de todos, venga de jefes temporales. Sólo los jefes espirituales del mundo pueden y deben cumplir esta noble misión, por sobre pasiones personales. En nuestros días la responsabilidad del pensador es muy grande. Pues las pasiones son ciegas y engendran la lucha y las fuerzas materiales que el espíritu ha colocado en las manos de los hombres son formidables. De su uso depende la salvación o la pérdida de la humanidad. Miremos claramente la época peligrosa que atravesamos y veamos cuál es el deber espiritual del hombre hoy. La belleza no basta ya, ni la verdad teórica, ni la bondad pasiva. El deber espiritual del hombre hoy día es mayor y más complejo que en el pasado. Él debe aportar el orden en el caos después de la guerra y abrir un camino. Debe descubrir y formular un nuevo grito de llamada universal, capaz de establecer la unidad, es decir la armonía entre el intelecto y el corazón. Debe hallar las palabras sencillas que una vez más van a revelar a los hombres esta verdad muy simple: los seres humanos son todos hermanos".
¡Qué hermoso texto, qué clarividencia, que justeza y qué actualidad!
Hemos hablado de la libertad, que concierne a la totalidad del individuo y de la sociedad: libertad personal, social, económica y política. Se encuentra allí la base del camino del pensamiento político y social de Kazantzakis.
Nikos Kazantzakis, como otros intelectuales, recibió la influencia de las grandes corrientes políticas y sociales de su época: nacionalismo, comunismo, socialismo, cristianismo social. Pero no fue nunca un militante, comprometido verdadera y durablemente con un partido político. Un hombre libre no puede actuar de otra manera.
Eso no le impidió, en caso de necesidad, tomar posiciones pú;blicas de defensa de los oprimidos, contra el hambre, contra la guerra y por la paz. Sus posiciones estaban guiadas por preocupaciones humanas y éticas y nunca políticas. En una entrevista, declaraba en 1957 en la Radio Francesa: "Creo que hoy día, la misión del escritor "eveilleur" es indispensable para todos los países donde reina la injusticia, quiero decir casi en toda la tierra"
Esta declaración y las siguientes muestran la clarividencia y la profundidad de esos análisis políticos:
"El comunismo no es para mí sino el precursor de la salvación. El comunismo no responde a mi corazón.
"Hasta 1923, yo pasé por el nacionalismo, enteramente consumido por la emoción y la pasión. Sentía junto a mí la sombra de Dragumis. De 1923, a 1933, aproximadamente, recorrí, con la misma emoción y la misma llama, las filas de la izquierda (no he sido nunca comunista; no fui alcanzado por esa inquina intelectual). Sentía junto a mí la sombra pálida de Panait Istrati. Ahora, recorro la tercera etapa -¿será la ú;ltima?-: llamo a la libertad sombra ninguna. La mía sola, desgarbada, de un negro sombrío, ascendente. Me he liberado del rojo y de otros colores, he dejado de identificar la suerte de mi alma -mi salvación- con la de alguna idea, cualquiera que sea".
Hablando del ideal comunista, Kazantzakis anota: "La realización de este ideal ha limitado el alma del combatiente por el ideal, pues las almas, al alcanzar un equilibrio que les parece ordenador, no quieren avanzar más. Los revolucionarios se han quebrado. Los que se han quebrado rápidamente se vuelven conservadores. Y poco a poco los conservadores se vuelven reaccionarios".
En 1927 declara: "Hoy Atenas está tranquila; el pobre pueblo se regocija, porque el dictador Pángalos ha caído y ha llegado Kondilis. Los mismos soldados que defendían al régimen anterior defienden con el mismo salvajismo y agilidad al nuevo régimen. ¡Qué disgusto! Este pueblo -y todo pueblo- no conoce la raíz del mal y se alegra del cambio de patrón, sin conocimiento y amor propio".
Esta perspicacia y profundidad de análisis político se la encuentra en otro texto de Kazantzakis. En 1928, viaja al Asia soviética. Queda maravillado con los paisajes y monumentos de Samarcanda y de Bukhara. "Desgraciadamente -escribe- ambos países van hoy hacia su decadencia: comienzan a civilizarse, es decir, a perder sus almas y a imitar Moscú;, el cual imita a Europa, la cual imita a Norteamérica".
Aunque no haya sido militante, Kazantzakis, cuando lo juzgó necesario, defendió a la Resistencia griega (durante la ocupación nazi y, después, durante la guerra civil); formó parte por breve lapso de un gobierno; participó en la creación de la Unión Socialista de los Trabajadores; defendió los movimientos de liberación nacional. Por esas razones, recibió en 1956, en Viena, el Premio Internacional de la Paz.
A la vez de estar comprometido en con la vida, Kazantzakis estaba también al margen, aparte. No gustaba de las mundanidades, de los medios de información, de las discusiones estériles. Raramente concedía entrevistas a la prensa; no frecuentaba los medios literarios y políticos. Contra las recompensas, amaba la soledad que para él era felicidad.
Kazantzakis visitó la mayor parte de los países europeos: Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Grecia, Italia, Holanda, Portugal, Suiza, Checoslovaquia, Yugoeslavia, Unión Soviética. En Asia: Palestina, China, Japón, Asia soviética. En Africa: Egipto. Hubiera querido visitar América, pero las autoridades griegas no le otorgaron pasaporte.
Los viajes no constituían para él giras turísticas. Buscaba conocer los pueblos y sus culturas. Decía a Heleni, su segunda esposa: "Mi deseo es 8 meses de viaje y 4 de soledad". A Pandelís Prevelakis le precisa en una carta el sentido de los viajes: "La gran esperanza del viajero es ésta: encontrar en tierras lejanas las imágenes que expresan a su alma y lo ayudan a salvar y salvarse. Mientras más viajo, más siento que el viajar es para mí una necesidad de libertad".
Primero a través de las influencias. Para escribir su inmensa obra, Kazantzakis se inspiró en pensadores y en pueblos europeos (Nietzsche, Bergson, Schoppenhauer, pensadores griegos antiguos y religiosos) y orientales (Buda, Tagore, poetas musulmanes, pensadores judíos, chinos y japoneses).
-Enseguida, acercamiento a través de las traducciones. Teniendo conocimiento profundo de inglés, alemán, castellano, francés e italiano, Kazantzakis tradujo al griego moderno a los más grandes escritores y poetas: Homero, Platón, Dante, Shakespeare, Machiavello, Goethe, Dickens, Nietzsche, Hanptann, Bergson, William James, Pirandello, Julio Verne, Cocteau, García Lorca, Machado, Jorge Zalamea y otros.
-Finalmente, acercamiento a través de sus propios escritos. En efecto, Kazantzakis escribió especialmente en la Enciclopedia Griega Eleftherudakis y en otras publicaciones decenas de notas sobre los más grandes sabios, artistas, escritores, poetas y personalidades del mundo entero, desconocidos para el pú;blico griego.
Acercamiento primeramente a través de su apoyo a los pueblos colonizados, a la paz, a las posiciones contra la guerra, la injusticia y el hambre. Escribe en Carta al Greco:
"Me recuerdo claramente. Antes de experimentar compasión por los hombres, experimenté en mí mismo la vergüenza. Tenía vergüenza de ver el sufrimiento de los hombres y de esforzarme por transformar todo ese horror en un espectáculo efímero y vano. Decía para mí: "No es verdad; no te dejes arrastras, como los ingenuos, a creerlo. El hambre y la saciedad, la alegría y el sufrimiento, todo eso no son más que espectros! "Yo lo decía y lo repetía; pero a fuerza de mirar a los niños que tenían hambre y que lloraban y a las mujeres de mejillas hundidas y de ojos llenos de odio y sufrimiento, mi corazón poco a poco se deshacía. Yo seguía con emoción este inesperado cambio en mí mismo. Al principio, era la vergüenza la que palpitaba en mi corazón, después la compasión. Comenzaba a sentir el sufrimiento de los otros como si fuera mi propio sufrimiento. Luego llegó la indignación y enseguida, la sed de justicia. Y por sobre todo, la responsabilidad. "Soy culpable -me decía- de toda el hambre que hay en el mundo, de toda la injusticia; soy yo el que tiene la responsabilidad".
Kazantzakis nació en Creta, una isla en la encrucijada del Oriente y el Occidente, situada entre tres continentes. El escritor fue un hombre muy apegado a su isla. Todo se origina allí: "Creta, Creta: y mi corazón latía", escribe en Alexis Zorba. Y en Carta al Greco precisa: "Hay una suerte de llama en Creta, digamos un alma, algo más fuerte que la vida y la muerte. Está la altivez, la obstinación, la bravura y al mismo tiempo algo distinto, algo inexpresable e imponderable, que hace que uno esté a la vez gozoso y aterrado de ser hombre".
¿Puede, entonces, calificarse a Kazantzakis de autor "regionalista"? Con seguridad no. Como acabo de decirlo, Kazantzakis era profundamente cretense. Vivía con Creta una pasión casi mística. Pero su vida, su obra y su pensamiento rebasan a Creta. Sus raíces eran cretenses, pero su conciencia era universal. Al escribir sobre Creta, la sobrepasa para interesarse en los problemas y en el acercamiento de todos los seres humanos, donde quiera que vivan.
En efecto, la guerra en Creta entre turcos y griegos que Kazantzakis evoca en su obra, toma otras dimensiones; llega a ser la lucha del bien y del mal, de las tinieblas y la luz, de Dios y el Demonio. El capitán Miguel combatía al ocupante turco. Kazantzakis combatía a otro ocupante, la maldad, la ignorancia, el miedo, las ideas brillantes y falsas de los ídolos.
Acerca de este punto, el escritor expresó a su amigo sueco Börje Knös:
"Bravo por haber terminado usted (la traducción de) Cristo de nuevo crucificado. Me alegro de que le haya gustado hasta el final. Es una verdadera novela... Zorba era sobre todo un diálogo entre un escritorzuelo y un verdadero hombre del pueblo; un diálogo entre el espíritu "tinterillo" y la grande alma del pueblo. Yo también he terminado El capitán Miguel; muy trágico: la lucha por la libertad, la aspiración sempiterna del alma a la liberación; el esfuerzo de la materia por devenir espíritu; Dios liberándose de todas las virtudes humanas que lo sobrecargan y volviéndose también Espíritu"
Escritor "cretense", pero también "cosmopolita", pensador que buscaba la "síntesis", Kazantzakis recibió una educación europea. Amó, pero también criticó a Europa. Veneró al Oriente, su cultura, sus paisajes. Pero no deseaba estar encerrado en esas fronteras, en esa separación.
Aziz Izzet, uno de sus mejores biógrafos, escribe:
"La gran aventura de Nikos Kazantzakis fue la de haber intentado realizar una síntesis entre Oriente y Occidente, entre la meditación y la acción, entre Buda y Platón, o incluso entre Cristo y Lenin. Si Dostoievski hizo un nuevo Antiguo Testamento, Kazantzakis hizo un segundo Nuevo Testamento, el del hombre de hoy que encierra todas las posibilidades del de mañana".
Pero dejemos al mismo Kazantzakis expresarse sobre este punto. En Alexis Zorba escribe: "Yo, con permiso tuyo, al jefe de nuestra raza lo llamo Akritas. Esta palabra me agrada más; es más austera y más guerrera. En cuanto la escucho, se yergue en mí, toda en armas, la Grecia eterna, que combate sin tregua ni respiro en los confines, en las fronteras. En todas las fronteras: nacionales, intelectuales y espirituales. Y si se le agrega la palabra Diyenís, se describe todavía más a fondo a nuestra raza, esta maravillosa síntesis de Oriente y Occidente"(1).
Y en un texto publicado en 1943, precisa Kazantzakis: "Creta es la síntesis que siempre he tratado de concebir: la síntesis de Grecia y del Oriente. Yo no siento en mí ni el Occidente ni la Grecia clásica como un puro 'elixir'. Ni el caos anárquico ni la resignación abú;lica del Oriente. Muy al contrario, siento una síntesis: el yo que mira al abismo sin descomponerse; más aun, a esta mirada fija sobre la vida y la muerte, yo la llamo cretense.
"Tener la mirada cretense no quiere decir rechazar las civilizaciones occidental, oriental o de la Grecia antigua. Quiere decir hacer una síntesis de todo ello sin olvidar el aporte de lo nuevo, y vivir entonces una vida nueva, más amplia, más heroica y más consciente.
Kazantzakis demuestra así de manera pertinente que un hombre debe tener raíces, pero al mismo tiempo interesarse en otros pueblos y culturas, en los valores verdaderos y en la naturaleza. Identidad y cosmopolitismo, tales son los rasgos esenciales de su pensamiento, rasgos que conservan toda su actualidad en el mundo de hoy.
(1) Diyenís Akritas es el máximo héroe épico de las fronteras surorientales de Bizantio, donde luchaban y convivían los mundos cristiano y musulmán. Inspiró una epopeya y numerosos poemas breves, trasmitidos en la tradición oral, desde el s. XI-XII al actual. akritas: luchador fronterizo. Diyenís: de doble nacimiento, pues el héroe era hijo de una cristiana y un musulmán converso.
En efecto, en Carta al Greco y en varios de sus escritos, distingue tres clases de escritores, de intelectuales:
Indudablemente, Nikos Kazantzakis se ubicaba en esta tercera categoría.
George Stassinakis
Del texto "Del Monte Sinaí; a la Isla de Venus, apuntes de viajes", transcripcion de Xrisí Tefarikis:
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