Una vida sin alcohol ni drogas es más sana para ti, tu familia y la sociedad
Entrevista a Oscar Castro, actor y dramaturgo chileno, por Xrisí Tefarikis
D Chile está enclavado en el corazón de los parisinos y de los franceses en general gracias a la gran empresa artística que desarrolla nuestro compatriota en su teatro ALEPH desde hace más de treinta años.
La historia de Castro es la de muchos chilenos que partieron al exilio después del advenimiento de la dictadura militar encabezada por Pinochet en 1973. Castro permaneció encarcelada en un campo de concentración durante dos años después del golpe militar y después se dirigió al exterior con su familia.
''Mientras estuve preso armé obras teatrales en forma permanente lo que hizo que me mantuviera con espíritu positivo. Es una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida'', señala. Castro recuerda que su labor artística en el presidio le brindó ciertos privilegios ''como dormir a veces hasta las 11:00 A.M.'' y cobijar recuerdos de amistad y compañerismo entrañables que en un futuro aparecerán en un libro o en una obra cinematográfica. La auto terapia surtió espléndidos efectos en este joven veintiañero que en vez de masticar odio y resentimiento evitó que su alma se arrugara dentro del penal.
Con esa experiencia a cuestas llegó a París con su primera esposa, Anita, a probar suerte en una de las capitales más exigentes para el arte y la cultura de Occidente. ''Yo había estado antes en Francia con mi grupo chileno del teatro Aleph en el festival de Nancy. Eso significó que cuando llegué exiliado conté con el apoyo de algunos artistas franceses'', recuerda Castro.
Para instalarse en la capital gala puso su creatividad artística y empresarial en marcha a la brevedad posible para enfrentar el gran desafío de representar teatro en la Ciudad Luz. ''Inventé una modalidad teatral que promoví como chilena. La verdad es que en nuestro país no se practicaba un teatro de estas características pero tenía claro que no podía llegar a competir con los franceses con un género artístico que ellos llevaban a la escena hace cuatrocientos años. Entonces decidí instalar un teatro donde la gente además de asistir a la obra pudiese participar del acto artístico bailando y comiendo''.
Efectivamente, el teatro Aleph de París, cuenta con dependencias para bailar después de la función y los asistentes de las obras pueden cenar mientras se recrean con las obras teatrales. Castro dio entonces en el clavo. Los parisinos estaban encantados de entrar a un recinto teatral donde se los recibía a la llegada con música latinoamericana, empanadas y otras delicias de este lado del mundo, para luego entrar a conocer nuestra cultura e idiosincrasia a través de libretos escritos por este chileno audaz, que además de producir la obra, la dirigía y actuaba en ésta.
Durante los treinta y tantos años que está trabajando en París, Oscar Castro se plantea ante la vida con una visión pragmática y visionaria. ''El mejor consejo en materia laboral me lo dio mi gran amigo de toda la vida, el actual Senador de la I región y empresario, Fernando Flores. El me dijo que si quería tener éxito tenía que hacer un estudio de mercado acerca de lo que la gente quería escuchar y conocer''. Es por eso que Castro, quién ha escrito 200 obras en su larga estadía en Francia, ha tenido éxito con 40 o un poco más, las que han permanecido en cartelera durante una temporada completa.'' Como empresario teatral hago lo mismo que mis colegas de Broadway: si la obra no tiene éxito, a los pocos días la saco y de inmediato pongo otra''. Como el es autor de todas sus obras, no tiene problemas en sentarse a escribir, con una rapidez vertiginosa. ''Los artistas deben ser además, buenos empresarios. Esto es igual que ser panadero: tienes que comenzar a amasar desde la madrugada y trabajar todos los días de la semana. No creo tanto en la inspiración como en la labor ardua y creativa'' agrega.
Los argumentos de sus obras entremezclan sus experiencias familiares, estudiantiles, juveniles, las tragedias y comedias personales que el dramaturgo chileno va hilvanando, recordando y recreando a través de monólogos y diálogos.''Me inspiro en conversaciones de la vida cotidiana. Los chilenos, por ejemplo, me hacen reír mucho por la forma en que construyen sus frases. En ocasiones te narran una tragedia con vocablos de comedia y viceversa. Entonces yo los registro en mi mente y los escribo. En Francia, en ocasiones, veo a una gorda en el Metro y me la llevo al teatro para conversar con ella y luego escribo un diálogo inspirado en sus palabras''.
D La vida de Oscar Castro comenzó en un pueblo de Talca hace 58 años. Hijo de agricultores maulinos su infancia se desarrolló entre su provincia natal y Santiago. ''Los papás se preocuparon de traernos a mi hermana y a mí a estudiar a Santiago para que nuestra educación tuviera aires capitalinos. Ellos pasaban la mitad de la semana en Santiago y la otra mitad en el campo. Debido a este ausentismo de nuestros padres vivíamos solos con una nana el resto del tiempo aquí en Santiago'' recuerda Castro.
Durante la preparatoria estuvo en un colegio de curas que le enseñaron el amor por el teatro. ''Los alumnos de quinto y sexto humanidades hacían representaciones teatrales a fines de año. Cuando comencé a verlos me dije a mi mismo: Eso es lo que quiero hacer cuando sea grande''. Sin embargo, en los planes de su padre no estaba ni el teatro ni el Periodismo, profesión que Oscar Castro estudió para ser Crítico teatral. ''Era la única forma de aproximarme al teatro '', recuerda.
A su padre lo recuerda por sus sabias enseñanzas. Cuando tenía quince años lo hizo trabajar en el campo durante los veranos igual que a un trabajador más. ''Cuando llegaba el día de la paga, se inclinaba sobre su escritorio, buscaba mi nombre, me hacía firmar y me daba el dinero sin ningún gesto que delatara que éramos familiares''. Cuando entró a estudiar Periodismo le dijo: ''Yo te pago la universidad y la pensión. Para movilizarte y vestirte te las arreglas tú solo''. Y así lo hizo Castro que no sólo se costeaba los gastos extras si no que formó el primer teatro ''Aleph''. Hasta allí llegó la actual Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, quién a los quince años ya formaba parte del elenco del Aleph.
Después de recibirse, Oscar se casó con una actriz y compañera de toda su vida, Anita, quién es la madre de sus dos hijos mayores, de 33 y 31 años respectivamente, y que viven en París.''El matrimonio con Anita se deterioró por los dos años de separación que tuvimos mientras yo estaba preso. Cuando llegamos a Francia _al cabo de un tiempo_ decidimos terminar. Creo que habríamos permanecido juntos hasta la fecha si nos hubiéramos quedado a vivir en Chile. Sin embargo, nuestra amistad y compañerismo prosiguen hasta ahora''. Anita y su actual marido están a cargo de la musicalización de las obras del ''Aleph'' en París. Ella también fue la que acompañó a la madre de Oscar a la cárcel en 1973 para que fuera a ver sus hijos (a Oscar y su hermana quienes habían alojado a un mirista buscado por las autoridades militares) mientras estaban en prisión. ''Anita fue a vernos con mi madre y también iba mi cuñado. Ella no fue autorizada a entrar al penal y gracias a ello logró salvar con vida. Mi madre y mi cuñado no salieron nunca más de allí.'' Esta tragedia ha acompañado a Oscar durante toda su vida a partir de 1973. ''Mi hermana y yo al menos estábamos encarcelados por ocultar a alguien que era buscado por los militares. Sin embargo, mi madre, que era una señora conservadora, más bien de derecha, y mi cuñado que era inocente también, terminaron engrosando la lista de desaparecidos de los que no nunca se supo hasta la fecha''. La larga espera, exámenes de ADN para comprobar si cadáveres encontrados coincidían con los de la difunta madre, han hecho fortalecer el espíritu de Castro quién le dedicó su notable obra ''Las Tres caras del Cuervo'' a esta trágica experiencia que no ha logrado amargar su existencia. ''Vivir en Francia me ha hecho comprender que las personas que viven en los países europeos han sufrido muchísimo más que nosotros y han logrado reconciliar sus heridas.''
Oscar Castro se volvió a casar en segundas nupcias con una mujer inglesa con la que tuvo otros dos hijos. Después de siete años de matrimonio la pareja le puso término a la relación.''Decide seguir el refrán de mi país de origen: Talca, París y Londres, y me volví a casar, la tercera vez con Sylvie'', cuenta muerto de la risa Castro. Ella es una bella bailarina francesa, con la que está casado desde hace dieciocho años. Tienen un hijo que lleva el nombre de su progenitor, Oscar, de diez años. ''Con Sylvie nos unen nuestros ancestros. Sus padres también son agricultores como los míos. Eso significa que nos criamos con esa sabiduría característica de los campesinos, amamos las cosas simples de la vida''.
El tema por definir en la vida de Oscar Castro es el regreso a la patria. En una ocasión, al comentarle a un amigo esta inquietud en París, similar a la de Ulises, éste lo invitó a comer con un profesor de Estudios Clásicos de La Sorbonne. El maestro francés le profetizó: ''Lo importante no es el regreso si no el viaje''. Así como lo señala Kavafis en su inmortal poema ''Itaca'', que Castro tradujo al francés para recitarlo en su último estreno que es un ''racconto'' dramático de su azarosa vida.
''Es difícil analizar este punto. Por un lado, vivir en Francia me permite estar en contacto con la cultura de toda Europa sin temor a la distancia. Por ejemplo, el año pasado fui a Grecia para solicitarle a Mikis Theodorakis que me musicalizara una obra que escribí acerca de Pablo Neruda en homenaje al centenario de su nacimiento. Fue una experiencia extraordinaria. Sin embargo, en Chile descubro mi real identidad. El olor del campo chileno, con sus eucaliptos y sus sauces, me ofrecen una sensación de felicidad indescriptible.
Es por eso que ahora navego entre las dos aguas: Francia y Chile. Tengo proyectado construir un gran teatro en Chile en un futuro próximo, en un sector popular, donde la gente no tiene acceso a las salas de teatro. Y voy a copiar el modelo del teatro que tengo instalado en París, con salón de baile y todo...'', finalizó diciendo el dramaturgo chileno.
Santiago, 1 de febrero, 2006.
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