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Transcripción de fragmento del libro "Piñera versus Matthei", de Carolina García de la Huerta y Francisco Javier Piriz; por Henzo Lafuente.
Indice
El 23 de agosto de 1992 ocurrió un hecho sin precedentes en la historia política chilena. En un programa de televisión en directo, se daba a conocer una grabación en cinta de una conversación telefónica que delataba una maniobra de un candidato a la presidencia -Sebastián Piñera -para perjudicar a una precandidato a la presidencia de la República de Chile-Evelyn Matthei-, siendo ambos pertenecientes a la derecha. Lo que trajo como consecuencia uno de los más bullados y controvertidos casos político-judiciales en la historia de Chile. Ya hace casi diez años de esta historia. Pero ahora mantenemos viva la memoria para estar alerta de lo peligroso que pueden llegar las ansias de poder, al interior de una misma colectividad política; y en suma, de cómo la dignidad y moralidad llegan a un punto cuya justificación puede ser objeto de cuestionamiento por la opinión pública y la manera de hacer política.
«La mente voladora de un novelista bien pudo haber urdido toda esta trama diabólica del "Caso Piñera-Matthei". Ella una mujer inteligente y bonita que como en los cuentos de hadas salió del anonimato para caminar hacia La Moneda. El, un hombre joven, habiloso, millonario, que deja la empresa privada por la política. Ambos aparecieron como las mejores cartas de una derecha renovada, moderna, post gobierno militar. Tras ellos, un país que retorna a la democracia, que se debate entre el pasado y el futuro, en plena transición. Entre bambalinas, como sombra, la Inteligencia Militar. Bajo los reflectores se mueven políticos, periodistas, empresarios. Como corresponde a un gran drama del agonizante siglo veinte, la escena estalla en un set de televisión...»
--Santiago, enero 1993"
(Prólogo de "Piñera versus Matthei" de Raquel Correa, periodista)
"Qué van a pensar la Cecilia y los niños y Allamand, qué va a decir, y en el partido... qué significa esto de la cinta, qué consecuencias va a tener, qué hago de aquí para adelante..."
Una mitad de la cabeza de Sebastián Piñera pensaba vertiginosamente todo esto la noche del 23 de agosto durante el programa "A eso de..", de Megavisión, mientras, la otra mitad, hacía rato que funcionaba con el piloto automático, y de manera sorprendente iba contestando las preguntas sobre los otros temas que abordaban los panelistas.
"¿Quién mierda está detrás de todo esto? ¿Dónde me grabaron... quién me grabó... desde cuándo me graban?"
Senador ¿cree que es confiable usted, de verdad, para la derecha como candidato?, escuchó desde lejos venir la voz de Richards.
"Ah, no, esto no va a quedar así, yo voy a dar la pelea hasta el final. Alguien, en forma premeditada, con una voluntad política muy clara, quiso hacerme un daño inmenso."
Yo voy a volver sobre el tema del divorcio, señor Piñera, oyó decir a Riesle.
"Qué ganas de que termine todo esto, de salir corriendo, pero creo que las piernas no me responderían". Sentía la mente y las piernas absolutamente frías. La situación era insólitamente kafkiana; invitado, panelistas y telespectadores habían sentido un movimiento telúrico terrible desde que el presidente de Megavisión, el primero y más importante canal privado de televisión Ricardo Claro, apretó en cámara el botón de la grabadora Kioto. Celedón [el conductor del programa] no quiso alterar para nada el esquema de su programa, pidió que a Piñera se le hicieran las preguntas que había preparadas... al entrevistado lo habían fusilado en plena plaza pública, desnudo y mientras iba muriendo lentamente debía seguir contestando sobre Helmuth Kohl, el divorcio, su cuestionada sensibilidad social, las intenciones presidenciales de Jarpa, su apoyo a Raúl Rettig, la derecha y sus antiguas opciones políticas por el NO [*Plebiscito convocado en Chile en el año 1988 por el entonces Presidente Pinochet en el que se llamó a la población a decidir si seguir con el régimen militar o bien optar la democracia].
Pocas veces, al menos en Chile, había quedado tan claro el tremendo poder que puede llegar a tener la televisión. Se estaba difundiendo una conversación absolutamente privada, entre dos amigos, sobre un tema muy delicado, y la televisión se encargaba ahora de mostrar en forma brutal la reacción terriblemente humana de los afectados.
Aquel domigo 23 partió bien para Piñera. La noche anterior regresó desde Concepción en el mismo avión que Evelyn Matthei, después de asistir a compromisos de su campaña y a un Consejo Regional del partido -que él estimó- le había sido favorable. Ese mismo domingo apareció una excelente entrevista de él con Raquel Correa en el Mercurio y se sentía más que tranquilo, contento. Fue a misa y cuando volvió ya habían llegado a su casa Andrés Navarro, Carlos Alberto Délano y otros amigos para tomar un aperitivo que terminó en almuerzo. En un ambiente grato y relajado, uno de los tantos temas fue cómo "pegarle el palo al gato"[*conseguir algo grande que siempre se ha deseado] en el programa de Celedón, cómo hacer que el de esa noche fuera un programa recordado, cómo hacer para que algo pasara... ni en el peor de los sueños habría supuesto que esa noche el gato iba a ser él.
Todo estaba preparado. La semana anterior el senador Ignacio Pérez Walker le había dicho que ya era hora de cambiar su "look", que estaba bueno de usar camisas que siempre le quedaban largas de manga y esos anteojos piñuflas [*de mal gusto, feos] de estudiante. Ya no; debía lucir como un verdadero presidenciable. Junto a Pérez fue a una sofisticada tienda para mandarse a hacer unas camisas muy , pero muy caras. Y se compró además dos pares de anteojos Dunhill que-literalmente-le costaron un ojo de la cara. La noche del 23, en el programa de Megavisión, inauguraría su nuevo estilo: se pondría la primera de aquellas camisas especiales, y los anteojos irían en el bolsillo, un bolsillo del cual nunca salieron.
Como a las cinco de la tarde quiso ir a dormir siesta para recuperarse de los efectos de los últimos días de campaña, y de un almuerzo bien comido y regado [con consumo de alcohol]. Pero no pudo. De cualquier modo, como nunca se sentía seguro y ganador, no tenía flancos, todos los temas estaba dominados. Evelyn Matthei -su rival dentro de RN [*Renovación Nacional, partido político derechista chileno]- lo había hecho mal el domingo anterior en su programa "A eso de...", creía Piñera. Superarla sería cosa fácil. Todo estaba dado. Llegó a ser tal su sensación de plenitud que cuando iba saliendo de su casa y al despedirse de su mujer, Cecilia Morel, le dijo "ésta es mi noche... hoy me voy a consagrar".
Eran como las ocho de la tarde. Lo pasó a buscar el senador Ignacio Pérez Walker, junto a Carlos Alberto Délano-el Choclo- íntimo amigo de Piñera y militante de la UDI[*Unión Demócrata Independiente, partido político derechista chileno], más su asesor Jorge Mitarakis. A todos los dejó perplejos con su seguridad y optimismo, "ya pues, pregúntenme lo que quieran, pregúntenme del divorcio..."
Llegaron a Megavisión y se instalaron en una sala donde estaban los panelistas. A principios de agosto, Ricardo Claro le había anunciado a Jaime Celedón, el conductor del programa, que iría como invitado el día 23, porque el 21 recibiría la Condecoración Papal San Silvestre y ésa era una buena oportunidad. Celedón recuerda que Claro llegó muy puntual, a las ocho, vestido con un traje azul impecable y pidiendo que lo maquillaran de inmediato. Curiosamente, llevaba en su mano un maletín que no se compadecía con su elegancia, y que incluso fue motivo de bromas. Celedón le habría dicho que cómo podía andar con esa mugre. El presidente de Megavisión se rió pero no dijo nada. A los pocos minutos, Claro se encontró con Piñera, se saludaron, se preguntaron por las respectivas señoras y el senador lo felicitó por su condecoración, disculpándose de no haber podido asistir a la ceremonia porque ese día había vuelto tarde del Congreso, mientras Ignacio Pérez comentó que a él no lo habían invitado.
Claro se fue a la oficina de Juan Agustín Vargas-el vicepresidente de Megavisión-y estuvo ahí hasta que lo llamaron para que fuera al set; no compartió con nadie y tampoco estuvo en el cóctel anterior al programa. Ya le había dicho a Celedón que traía una bomba, pero no sabía si lanzarla. Celedón no le dio mayor importancia a su comentario; conocía a Claro, sabía que a él le gustaba jactarse de ser un hombre bien informado, siempre con golpes periodísticos. Incluso recordó que en el programa radial "Improvisando" él le hacía bromas a Claro, tratándolo como un agente de la CIA. "Yo me reí pensando que Claro tenía un informe de las uvas envenenadas [*Boicot agrícola que realizó EE.UU.a mediados de los 80 respecto a las uvas que exportaba Chile a EE.UU. y que, según éste país, estaban envenenadas, y que fue firmemente combatido a favor de Chile por el empresario Ricardo Claro], o un documento de un gringo que nadie conoce, pero muy influyente, sobre el tratado de libre comercio o qué se yo. Jamás me imaginé otra cosa", asegura Celedón. "Yo no supe nada, aunque muchos creen lo contrario. Mi único capital es la honestidad. Mi papá me dijo una vez: Jaime, es muy buen negocio ser honrado, y si los pillos supieran que ser honrado es buen negocio serían honrados de puro pillos; esa frase nunca se me olvidó".[*la palabra"pillo" se emplea en esta figura retórica, simultáneamente, con dos de sus acepciones en la jerga chilena: "delincuente" y "persona astuta"]
Cuenta que no vio más a Ricardo Claro, hasta que, en la pausa comercial, miró para el lado y él ya estaba sentado. "El dejó la radio abajo, así que tampoco vi que entraba con el maletín. Cuando sacó la Kioto y puso la cinta, yo pensé que estaba en otro planeta", recuerda Celedón.
Ricardo Claro estaba en el aire y hablaba de la situación electoral en los Estados Unidos, del tratado de libre comercio con Chile. Mientras contestaba a los panelistas advirtió al periodista Jorge Andrés Richards que, así como él le hacía preguntas peso pesado [fuertes, de gran calibre], también a él le tocaría su turno. Richards no se extrañó. Antes del programa Celedón le adelantó que sería interrogado por el prestigioso abogado, empresario y dueño del porcentaje mayoritario de Canal 9.
A cincuenta metros del set, en la sala de maquillaje y con un trago en la mano, veían el desarrollo del programa Délano, Mitarakis y Pérez Walker. A Piñera Ya lo estaban maquillando cuando, sopresivamente, Ricardo Claro anuncia que...
"...he recibido una información bastante grave, en el sentido de que la independencia de este canal puede aparecer amenazada. Ustedes saben que yo recibo mucha información, sin que la pida yo; y hoy día, después de almuerzo, recibí a un señor que no conocía, me dijo: usted se precia de ser muy independiente, pero en su canal hay gente que está interviniendo, y me entregó una cinta grabada de una conversación aparentemente telefónica entre un amigo de Jorge Andrés Richards, don Pedro Pablo Díaz, y el senador Piñera, y en esa cinta la voz que aparece como la de Sebastián Piñera le dice a Pedro Pablo Díaz, tú tienes que hablar con Jorge Andrés Richards para que a Evelyn Matthei se la trate en determinada forma, se le pregunte sobre el divorcio, cuál es la posición sobre el divorcio, se la ponga en evidencia de que cambia de opinión igual que su padre, y Pedro Pablo Díaz, que es un ejecutivo de la Coca-Cola a quien conozco, le contesta, mira yo voy a hablar con el "pelao". Yo he traído la grabación para acá (agregó Claro subiendo la Kioto a la mesa) y yo les pido excusas al público auditor por si la grabación no es la mejor, este aparato es muy malo, además que hay una serie de palabras, que no son de salón, digamos, pero creo que es interesante conocer esto..."
Y dejó caer la bomba:
La primera voz que se escuchó fue la del senador Sebastián Piñera, eso sí, algo más acelerada de lo común:
Sebastián Piñera: '...que todo lo que dicen después lo tienen que contradecir, huevón ¿ah? Divorcio, que está preparada, que ley de divorcio, hablemos en contra del divorcio, a favor del divorcio. Que está preparada, que no está preparada. Después una cuestión, le podís decir tú: hace dos años atrás, cierto... no, eso no en realidad...."
Pedro Pablo Díaz: '¿Qué poh?'
Sebastián Piñera: 'No es que me decía Jorge Carey, lo que me dijo Jorge Carey, tal que esta mina [mujer] hace dos años atrás fue a buscarlo ella para para (sic)a Jarpa [*Sergio Onofre Jarpa, poderoso político de la derecha chilena] y ahora... Lo que puede tratar de meterle, es el síndrome, cierto, de una huevá débil, inestable. Que va p'allá, que va p'acá, que pega tiros, que pega tiros p'acá [inestabilidad, indecisión]. Pero con suavidad, no puede transformar a la Matthei en víctima, ¿ah?'
Pedro Pablo Díaz: 'Exactamente'
Sebastián Piñera: 'Le puede decir, por ejemplo, mire: todo el país conocía, una de las características, todo el país conocía, cierto (sic), cuando su papá era Comandante en Jefe, cierto, eeh, el, las, el hecho de que que decía una cosa, después se contradecía, al final nadie sabía nunca qué diablos pensaba, porque decía diez cosas distinta en diez minutos.¿Ah? Da la impresión que eso también se extiende a usted. ¿Me entiendes o no?, ¿ah? Y ahi le puede tirar la cosa de que estoy prepará, no estoy prepará, la cosa del divorcio, no estoy con el divorcio; o sea en 30 segundos se da vuelta de carnero [*cambia de opinión]. ¿Cuál es? ¿Me entiendes o no? Ese es un punto firme'
Pedro Pablo Díaz: 'Bueno, lo voy a repasar con el Pelao. Al tiro, Voy a cortarte y te voy a llamar al Pelao'
Sebastián Piñera: 'Pero tenís que hacerlo bien hecho. Tiene el ejemplo del divorcio, tiene el ejemplo de si está preparada, tiene el ejemplo, oye también de que... ¿en qué otra cuestión se ha dado vuelta ella?'
Pedro Pablo Díaz: 'De la catolicidad. De ir a misa, es católica y no va a misa, o sea, dejarla en contradicción, dejarla...'
Sebastián Piñera: 'Claro'
Pedro Pablo Díaz: 'Usted dijo que su papá se había convertido al catolicismo con la venida de Juan Pablo II...'
Sebastián Piñera: 'Eso dijo... y dice que es luterano'
Pedro Pablo Díaz: 'Y ahora dice que es luterano. Usted dice que es católica y no va a misa, ¿cómo es la huevá?'
Sebastián Piñera: 'Pero la gracia es que trate elegantemente de dejarla como una cabrita chica, cierto, despistada, que está dando palos de ciego [indefensión, fragilidad, no saber por dónde camina], sin ninguna solidez, me entendís tú ¿o no?'
Pedro Pablo Díaz: 'Claro, claro, no de víctima, por ningún motivo'
Sebastián Piñera: 'Pero no una víctima, sino que decirle, mire: ¿y usted no cree que es mejor que usted se prepare más? ¿que no cree que es mejor que usted se prepare más? ¿que no cree que es mejor que tenga una cosa más sólida, que piense más, que se prepare más, que medite más antes de pretender un cuento [una gestión, asunto] en que además, en que además, cierto, mucha gente cree que la están utilizando? ¿cachai o no?["¿Me entiendes o no?"]'
Pedro Pablo Díaz: 'Exactamente y déjame decirte que el 'pelao' está dispuesto. Me dijo: voy a ser muy...la voy a acorralar a esta huevona. Le voy a sacar...'
Sebastián Piñera: 'Pero así, haciéndolo siempre con un muy buen tono, ¿cachai o no?'
Pedro Pablo Díaz 'Claro'
Sebastián Piñera: 'No ponerla en víctima, ¿me entiendes tú, ah?'
Pedro Pablo Díaz: 'Exactamente'
Sebastián Piñera: 'Siempre con un muy buen tono, mire... así como decir, oye Evelyn, mira, como si fuera un amigo, cierto, como que le está dando un consejo; sabís que Evelyn, mejor, huevón, deja esta huevá ¿Cachai o no? ¿ah?'.
Pedro Pablo Díaz: 'Claro', entre risas
Sebastián Piñera: 'No hay nada peor... que mejor le dé un consejo porque si es que la ataca, cierto, la otra va a tener que responder... y va a decir:¡chuchas la mujer! [*se refiere a que no debe atacarla, puesto que le da la oportunidad a ella de lucir su bravura] ¿cachai o no? Ni una, el tono, la forma, impecable, amistoso, ¿cachai o no?'
Pedro Pablo Díaz: 'Exactamente'
Sebastián Piñera: 'Parándola, pero diciéndole, sabís que más Evelyn, retírate de esta huevá, estai haciendo el loco [*haciendo el ridículo, haciendo tonterías] , ¿cachai o no? ¿okey?'
Pedro Pablo Díaz: 'Okey. Tira pa'rriba [*suerte], que te vaya bien'
Sebastián Piñera: 'Oye, yo te voy a volver a llamar, ¿dónde estay tú ahora?...'
Esto es muy grave... muy grave, reaccionó Piñera, lívido bajo el maquillaje.
- No es tan grave, le dijo Pérez para tratar de calmarlo; entra y afronta.
- Vámonos, vámonos... no entres-repetía Délano-vámonos... o entra y di que la voz es mía, échame la culpa a mí.
- Es mi voz, decía Piñera, es mi voz.
- Sí Sebastián, es tu voz, le dice Délano.
- Si sé que es mi voz y la conversación existió.
-Pero no entres chato, esto no puede ser, esto es una carajada, insistió Délano, mientras hacía vamos intentos por retenerlo.
La situación era tensa. Había que pensar sobre la marcha, rápido. Se habló del caso Watergate, que Nixon había mentido, de las fortalezas y debilidades, pero Piñera sordo y mudo; sólo tenía claro que había que dar la cara. 'Me di cuenta de lo que era, debo haber visto unos quince segundos de la cinta, no más, porque una niña de Megavisión me tomó y me dijo que me acercara al set... y me fui por ese largo pasillo, caminé como unos cincuenta metros mientras todos me hablaban, qué hacer y qué no... yo simplemente con los oídos sordos, me entraban las ideas por un lado y me salían por el otro; traté de acercarme a los panelistas para enterarme de qué estaban diciendo, pero no logré escuchar la conversación... me senté en el programa con mucha menos información que la que tenía cualquier telespectador en su casa, porque ni siquiera escuché toda la cinta', cuenta Piñera.
Durante los comerciales, Celedón en el set hablaba sobre lo grave de la cinta e insistía en que Piñera merecía gozar de la misma oportunidad que tuvo Evelyn Matthei en el programa anterior, por lo que Claro- pese a su voluntad- debía retirarse del set. Sólo unos de los panelistas, Riesle, repetía que Claro se quedara para enfrentar a Piñera.
'Claro quiso quedarse... yo le dije tú te vas, tengo que darle a Piñera las mismas garantías que tuvo la Evelyn. Yo pensaba en esos momentos que Piñera no iba a entrar, que él se iba a mandar a cambiar; el dueño de casa le había tendido una trampa, lo había agraviado y él, como invitado, no tenía por qué sentarse en esas condiciones... todo el tiempo me preguntaba si iría a entrar o no, sólo al momento de la pausa me dijeron que Piñera ya estaba dentro del set'.
'Lo trajeron, lo sentaron, le pusieron el micrófono. Estaba blanco. Ahí conversé con Sebastián Piñera para decirle que me perdonara, que había ocurrido algo terrible, que yo no tenía idea de todo esto, pero que era muy bueno que se sentara ahí y tuviera la oportunidad de decir su opinión", cuenta Celedón'.
-¿Cómo estás?
-Estoy bien... estoy golpeado.
"Yo lo vi grogui.... como cuando las personas actúan y responden en forma automática y no están con los pies donde están, tal y como él mismo me lo reconoció diez días después; Sebastián no se acuerda de lo que habló en el programa, estaba absolutamente choqueado, con la mente y la mirada totalmente ida".
Por el audífono que Celedón mantenía siempre puesto, escuchaba el impacto de lo sucedido en la dirección del programa, 'se decía que todo el mundo estaba llamando por teléfono, que estaba quedando la cagada, esto es increíble, es terrible... puras cosas que me hacían subir la adrenalina'.
El famoso actor, publicista y conductor estaba muy nervioso. Algo llamó la atención en su actitud de esa noche, ¿por qué intentó salvar a Claro, por qué dijo que él había hecho algo 'lícito'?
'Usé una palabra muy equivocada al decir que eso era lícito, lo que yo quería decir es que cualquier persona tiene derecho a decir y hacer lo que quiera, siempre y cuando asuma los riesgos. Otra cosa es que lo que se hace sea moral o aceptable... Yo estaba muy nervioso, muy nervioso, pensé que ahí podía quedar la grande... Estás en vivo y en directo, te empiezas a imaginar tantas cosas y uno trata de evitar lo que puede venir. En un minuto llegue a pensar que Richards se iba a parar a pegarle a Claro, porque él es muy violento, muy sanguíneo.'
Richards, sin duda alguna, lo estaba pasando pésimo. Apenas escuchó la voz de Pedro Pablo Díaz en la cinta, palideció; reconoció de inmediato que era él, su amigo, la voz que venía escuchando desde el año cincuenta y tantos. Pero, cuando oyó que hablaban del «pelao» aludiéndolo a él, simplemente casi se murió. 'A mi me preocupó mucho Richards... yo pensaba que éste era un ladrillazo muy grande. Yo lo miraba y veía que se le inflaban los cachetes de la cara, de repente se puso muy rojo, muy alterado, y como yo había vivido la experiencia de Francisco Javier Errázuriz, cuando le vino el ataque al corazón aquí en mi oficina... me asusté. Más que oír la cinta me dediqué un poco a mirar a Richards, él sí que estaba preocupado por la cinta', recuerda Celedón.
Richards por su parte, cuenta que lo primero que hizo fue encomendarse a su padre, 'él fue mi gran amigo de toda la vida... mira en lo que estoy metido papá. Quise irme y mandar a Ricardo Claro al diablo. Yo no escuchaba nada, saltaba cuando decían "pelao" o si se escuchaba algún garabato[obscenidad], porque sonaban fuerte. Sabía que tenía poco rato y que había que pensar a mil [*pensar muy rápidamente]; mi primera decisión fue quedarme, si no van a decir ahí está la prueba, el muy cobarde no dio la cara. Pero mi padre me iluminó y dije la palabra clave: ¡espionaje, esto es espionaje!, y me fui con todo. Hablé de la dignidad y de la libertad y que esto era una encerrona [*trampa]... cuando Claro me preguntó de quién era la encerrona, yo me estaba recién recuperando del aturdimiento y pensé que no podía ofender ni hacer cargos; conscientemente me di una vuelta en el aire y en vez de decirle usted me hizo esta encerrona, le contesté que la situación de espionaje es una encerrona.
'Me puse a pensar en Piñera, ¿va a entrar o no?... cuando de repente apareció tambaleando y fue derecho a sentarse en el puesto desocupado de la Pilar Molina porque Claro seguía ahí. Celedón insistió en que éste se retirara y le pidió a Sebastián que se parara y le dijo es allá, señalándole el mismo asiento que acababa de desocupar Claro y que todavía estaba calentito', recuerda Richards.
Entró el senador y salió Claro, no cruzaron palabra ni mirada. Pero no ocurrió lo mismo con Délano y Mitarakis, quienes esperaban a la salida del set para increpar duramente al presidente de Megavisión.
-Mi nombre es Carlos Alberto Délano, soy empresario igual que usted y siempre he tenido la peor impresión suya, pero lo que hizo no tiene nombre... es el peor cristiano que he conocido, debería devolver su medalla papal...
-Yo no me voy a hacer cargo de sus pesadeces, señor Délano, replicó Claro.
-Un presidente de los Estados Unidos perdió la presidencia por algo así... esto no va a quedar hasta aquí... usted es un bosta - dijo, indignado Délano.
-¿Quién le entregó la cinta?-preguntó Mitarakis.
-Un desconocido- afirmó Ricardo Claro.
-Pero cómo quiere que le creamos ese cuento, si esto es muy grave, señor Claro, usted tiene el deber de decirnos quién le entregó la cinta-, insistió Mitarakis.
-Jorge, cálmate, cálmate - repitió el senador Pérez.
-No, pero que diga quién fue.
La situación era muy tensa y como los ánimos se empezaron a caldear [calentar] más allá de lo deseable, los técnicos del canal tuvieron que pedirles silencio; estaba por empezar la segunda parte del programa. Juan Agustín Vargas, vicepresidente de Megavisión, trataba de imponer calma y junto a Claro, Pérez y Mitarakis se fueron caminando por el pasillo. Sólo Délano se quedó cerca del set.
Y Piñera salió al ruedo. El toro ya venía golpeado y cojeaba vistosamente, pero no estaba muerto. Reconoció su error en público, habló del análisis de las fortalezas y debilidades a las que están frecuentemente expuestas las candidaturas, de que no había que ser hipócritas, porque esto ocurría con mucha frecuencia, pero que-ante todo-nadie tenía derecho a grabar una conversación privada, que ese método era inaceptable... Estaba deshecho, descompuesto.
Cuando terminó el programa todos estaban como atontados, choqueados. Habían vivido momentos muy difíciles, extremadamente descarnados y reales. La vida ya no se parecía tanto a los avisos comerciales ni a los slogans ni a los jingles marketeros; la vida se parecía ahora a la vida misma.
Pese a todo, la tradición se mantuvo y los panelistas con Piñera al restorán 'El Club', de El Bosque, menos Riesle; extraño, él siempre iba al menos un momento... Se les unió en Megavisión el empresario Andrés Navarro, quien llegó hasta el canal profundamente impactado por lo sucedido, y también Juan Agustín Vargas, el vicepresidente del Canal 9, quien en un momento se acercó a Richards y le aseguró no saber nada de lo ocurrido.
En el restorán, Piñera se encontró con su hermano Pablo, el cual estaba por casualidad comiendo ahí y sin haber visto el programa; la tensión incluso dio pie para algunas bromas. Se dijo que a Claro lo único que le faltó fue haber llevado la Kioto en una bolsa de supermercado, que el maletín no resistía de ordinario... pero a los pocos minutos sonó el celular del senador Pérez. Era Cecilia Morel, la mujer de Piñera, quien le pedía que se fueran. La casa hervía de gente.
Roberto Ossandón, secretario general del partido de Renovación Nacional, estaba acostado en su cama viendo el programa cuando empezó a escuchar la cinta. Sonó el timbre de su casa: un señor quería hablar con él. El momento no podía ser menos apropiado, pero se colocó una bata, salió y se encontró con el diputado Alberto Espina -que vive al frente- todo despeinado y todavía colocándose ropa arriba del pijama.
-Dame el teléfono de Allamand en Estados Unidos para llamarlo y vente a mi casa, le dijo Espina, gritando como desatado.
Ossandón empezó a vestirse rápidamente y por un momento tuvo la sensación de que el día recién estaba comenzando, que todavía quedaba mucho por ver. En eso sonó el teléfono. Era Miguel Otero, presidente subrogante del partido en ausencia de Andrés Allamand.
-Te das cuenta, yo te dije cuántas veces cómo era este desgraciado de Piñera, mira los métodos que usa, yo siempre se lo advertí.
-Bueno, don Miguel, qué quiere que le diga-, le respondió Ossandón, apurado por cortar esa incómoda conversación.
Cruzó a la casa de Espina. A los pocos minutos los pasó a buscar Bernardo Matte, y patieron los tres a la casa de Piñera. Hasta ese momento había resultado imposible comunicarse con Allamand en Atlanta: en la casa de Pedro Pablo Díaz nadie contestaba.
A esa misma hora del domingo 23, pero a miles de kilómetros de ahí, en Atlanta, Estados Unidos, comían animadamente en el Bones, un famoso restorán de carnes, Pedro Pablo Díaz, Andrés Allamand con Bárbara Lyon -su mujer- y el embajador de Chile en Washington, Patricio Silva. Ignoraban que en Chile, en esos mismos minutos, la batalla estaba que ardía y ya estaba dejando algunos muertos por el camino.
Allamand, tras haber asistido como invitado a la convención republicana, se encontraba en Atlanta para tomar algunos contactos con especialistas del hospital donde su hijo Juan Andrés había recibido algunos tratamientos. Para aprovechar mejor esta visita, Pedro Pablo Díaz había organizado un almuerzo con Robert Pastor, quien de ser elegido Bill Clinton presidente de los Estados Unidos, se transformaría en el Secretario de Estado para asuntos latinoamericanos.
Como a las once de la noche, al volver después de comer, a la casa de Pedro Pablo Díaz ubicada en el exclusivo barrio de Marina Way, sintieron el teléfono sonar incansablemente del otro lado de la puerta. Era José Antonio Garcés, un empresario amigo de Díaz, quien le dijo que no se preocupara, que en Chile su familia estaba bien..."pero saliste en un programa de Celedón, no sé en qué canal, te grabaron una conversación con Sebastián" y Díaz, le pidió a gritos a Allamand que tomara el otro teléfono para que escuchara. Tras oír el relato, se juntaron en la parte baja de la casa.
-¿Qué conversación puede ser?-, preguntaba Allamand.
-No tengo idea-, contestó Díaz.
-Pero cuando estuviste ahora en Chile, ¿hablaste con Piñera?
-Sí, sí hablé, pero no me acuerdo de nada, tuvimos una conversación en que hablamos puras huevadas, nada importante.
Pedro Pablo Díaz empezó a pensar qué malo podía haber hecho. Allamand y su señora le dijero que de seguro la conversación sostenida con Piñera había sido a garabato limpio. Eso de todas maneras, pensó Díaz.
En Santiago, en [la calle] Los Dominicos, había más de cien personas reunidas en la casa de Piñera y ya se empezaron a abrir las primeras botellas de whisky. Estaban todos sus hermanos -excepto José-, primos, amigos, mucha gente de la UDI, como Edmundo Eluchans, Guillermo Arthur, Ernesto Silva, Joaquín Lavín, Andrés Chadwick - la Comisión Política casi en masa-. Piñera empezó a relatar lo sucedido. Pero ahí simplemente no se podía estar y menos llamar a Allamand a Atlanta, por temor a que los teléfonos de la casa también estuvieran intervenidos.
Entonces, Alfonso Swett, un asesor de Piñera que vive a tres cuadras, propuso que fueran para su casa. Y partieron. Bernardo Matte, Francisco Javier Cuadra, Alberto Espina, Roberto Ossandón, Vicente Muñiz y Jorge Mitarakis. Casualmente el padre de Swett es socio de Claro en Megavisión. De ahí Espina siguió insistiendo en llamar a Allamand y lo contactó como a la una de la mañana.
-Alberto, dime una cosa ¿Piñera reconoció?-, preguntó Allamand.
- Sï, reconoció altiro [de inmediato]-, contestó Espina.
-Algo es algo-, suspiró Allamand, quien ya enterado del hecho empezó con las instrucciones para que se redactara una declaración y se leyera al día siguiente.
Pedro Pablo Díaz estaba francamente afligido. Su primera reacción fue pensar que había contribuido a arruinar la carrera política de Piñera. 'Peter Paul [apelativo familiar: 'Pedro Pablo']... qué quieres que te diga... pase lo que pase nosotros vamos a seguir siendo amigos, la amistad es lo más importante', le dijo Piñera para tranquilizarle.
De ahí no paró de sonar el teléfono en Atlanta hasta las seis y media de la mañana. La distancia ya no los separaba en absoluto, por el contrario, estaban todos participando de una locura de proporciones aún insospechadas.
Díaz y Allamand escucharon la cinta esa noche, porque la hermana de Pedro Pablo Díaz había grabado el programa y se lo puso por teléfono. De inmediato comenzó la carrera frenética de Allamand por tratar de volver lo antes posible a Chile. "Al día siguiente tenía el famoso almuerzo con Robert Pastor al cual tenía que ir, pero resultó de locos... yo tenía la cabeza en cualquier parte y pensaba en las mejores combinaciones para volver. No podía pasar por Miami porque el aeropuerto estaba cerrado por el huracán 'Andrew', así que al final compré unso pasajes y me fui a Baltimore. De ahí salía un avión directo a Santiago, pero el vuelo se postergó y me tuve que quedar solo en un hotel en Baltimore... al final resultó fantástico, tuve tiempo y calma para pensar. Yo ya sabía todo, me llegaban fax a cada rato con toda la información. Le di una entrevista al diario El Mercurio y a La Segunda y llegué a Santiago el miércoles', cuenta Allamand.
La noche en Chile seguía siendo muy larga, Francisco Javier Cuadra llamó a Riesle y lo retó por teléfono, que cómo era posible la actitud que había tenido, que había pateado a Piñera en el suelo... En la casa de Swett se quedaron conversando un rato más, revisando todo tipo de hipótesis sobre quién había podido hacer esa brutalidad.
Finalmente, Cuadra propuso esa noche donde Swett hacer una comida de desagravio a Piñera, pero las opiniones se dividieron; el cansancio ya empezaba a dibujarse en la cara de todos. Eran las dos y media de la mañana cuando partieron de vuelta a la casa de Piñera. Todavía quedaba gente, Jorge Andrés Richards, María Gracia Valdés, Jorge Carey, Miguel Piñera, su polola [novia], tratando de explicarse lo hasta entonces inexplicable. Revisar cualquier dato, cualquier anécdota, una conversación de pasillo, un rumor, un pelambre [conversación sobre alguien a sus espaldas], todo servía: en esas primeras horas cualquier cosa parecía importante. Y ahí empieza a salir el cuento de Lily Pérez con Jorge Andrés Richards.
Esa misma noche Ossandón empieza a oler que hay gato encerrado..." Mañana lunes se va a saber quién está metido en esto y va a depender de la actitud que tome el equipo de la Evelyn porque si no están metidos van a llegar como fieras; si ellos no tienen culpa alguna van a pedir sanciones fuertes. La Evelyn se va a tirar con todo y nos va a dejar en una posición difícil; si mal que mal, le sacaron hasta a su papá en la cinta...Pero si ella llega callada, sin pedir castigo, esa actitud perfectamente puede revelar que estaban metidos y que todo esto se armó para perjudicar a Piñera... Una hipótesis nada de loca, como a esas alturas las pasiones estaban muy fuertes, era de esperar", señala Ossandón
Esa misma noche del 23, Miguel Otero [entonces presidente subrogante de RN] no sólo llamó a Ossandón sino a toda la mesa directiva de Renovación Nacional. Pero al tratar de comunicarse con el tesorero del partido, Cristián Correa, la mujer de éste, Ana María Illanes, le dijo que su marido partió esa tarde a Buenos Aires. Otero le pide que si logra hablar con él, por favor le diga que lo llame, que es importante. Otero había hecho su campaña para senador con Cristián Correa como tesorero, por lo que se conocían muy bien. Correa recibe el recado, llama a Otero y éste le pregunta si sabía algo de lo sucedido. 'Mira Miguel, nosotros hemos trabajado juntos y no te voy a mentir; sí, yo conocí la cinta'.
Pero Correa no sólo le habría mencionado eso, le cuenta todo: quiénes recibieron la cinta, quién la entregó... le dice que dio dos consejos, que hablaran con Ricardo Claro, por ser presidente de Megavisión y estar directamente involucrado un programa de su canal y uno de sus panelistas, y que además tomaran contacto con él, con Otero, por ser el presidente subrogante del partido.
Y otra cosa, le anticipó que Evelyn Matthei iría al día siguiente, en la mañana, a hablar con él.
Correa no quedó tranquilo con ese llamado. Deja pasar apenas unos minutos y esta vez es él quien llama por teléfono a Otero, ahora para pedirle que le cubra las espaldas. 'Me van a hacer charqui' [me van a 'matar'], le dice...
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